lunes, 21 de septiembre de 2015

EL PODER DE LA TIERRA

Ya me he referido a este asunto en algún post anterior, pero el hecho de ser actualidad permanente, y sobre todo su importancia capital, me llevan a opinar sobre las formas de alimentar, o no, a la población mundial.

Esta vez voy a poner el foco en el papel que están jugando las autoridades. Y aquí nos topamos de inicio con los diferentes sistemas políticos vigentes. Quiero centrarme en los que rigen esos países bautizados como “primer mundo”, básicamente Norteamérica, la Europa de los 28 y algunos sudamericanos, aunque no conviene olvidarse de otros –asiáticos– que también tienen mucho que decir al respecto.

La Democracia, en sus diversas variantes, es el régimen político del que presumen (insisto que dejo a un lado Asia) este grupo de países. Se jactan de elegir sus gobernantes, de que estos a su vez escuchan la voz del pueblo... En definitiva, se dice actuar respetando la opinión mayoritaria.

¿Realmente es así? ¿Por qué, entonces, hay multinacionales que financian abiertamente campañas políticas en EEUU? Esto, que se conoce en la primera potencia económica mundial, ¿no sucede a su escala en otros países que no están allende los mares? La respuesta parece obvia.

Hay poderes que legislan, otros que dicen hacer justicia. Pero el poder final de decisión, ¿dónde se encuentra? Un político al que una empresa apoya para llegar a su objetivo, ¿tiene las manos limpias y ser capaz de dictar leyes que disgusten a quien financió su campaña? Por ejemplo, un dirigente que al final de su trayectoria pública contemple la posibilidad de volver al mundo de los negocios en una eléctrica, ¿está moralmente legitimado para decidir sobre otro tipo de energías alternativas?

Situado el escenario, voy al meollo de este post: la tendencia creciente de acaparamiento de tierras en países desfavorecidos por parte del “primer mundo”. Los inversores, sean privados o públicos (estos resultan, aún si cabe, más despreciables) afirman que la apropiación de tierras puede ayudar a aliviar la crisis alimentaria mundial, al facilitar el potencial agrícola no utilizado en estos territorios.

En teoría, suena bonito. Pero, claro, en cuanto se rasca un poco aparece lo que nos podríamos temer los más escépticos. De acuerdo con Land Matrix, unos 130 millones de hectáreas de terrenos agrícolas han sido adquiridos en este tipo de transacciones durante los últimos 15 años. Y añade otro dato revelador que sirve de muestra: en el sur de Sudán, el país que acumula el mayor número de operaciones de este tipo, la tierra se ha vendido por tan sólo 0,025 centavos de dólar por hectárea.

Observando estas cifras se me vienen a la cabeza aquellos tiempos, no tan pretéritos, de los señoritos feudales acaparadores de terrenos en los que repartían migajas entre los siervos a cambio de poco o menos. ¿Estamos de vuelta a eso?

Conviene revisar la Historia para no repetir errores y es humanamente injusto que, como señala Oxfam América, el 60% de los alimentos cultivados en esas tierras adquiridas en su mayor parte a países en dificultades, con graves problemas de seguridad alimentaria, se destine a la exportación en lugar de alimentar a las comunidades locales

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