Me temo que todavía hay mucha, demasiada gente que no
termina de tomárselo en serio. Sí, cuando llueve mucho y a destiempo, o cuando
nieva al nivel del mar, o cuando las temperaturas son extremadamente altas o
bajas, entonces es cuando se apela: “Debe ser eso del cambio climático”. Y,
curiosamente, esas alteraciones puntuales de la meteorología han sucedido siempre,
con mayor o menor intensidad.
El cambio climático va mucho más allá que todo eso. Su pertinaz
amenaza y el posible incumplimiento de los límites de los recursos planetarios
colocan a la población ante una emergencia energética de proporciones globales.
Sean Sweeney, co-director del Instituto Global del Trabajo en la Universidad de
Cornell (EEUU), expone los abusos de la agenda de “energía extrema” y sugiere
que las nuevas tecnologías utilizadas para la obtención de energías renovables deberían
encaminarnos hacia una sociedad más sostenible.
Por otro lado, irrumpe la industria siderúrgica europea comprando
una página publicitaria en los principales periódicos de varios países con un
mensaje rotundo dirigido a los gobernantes. “Todos
nosotros compartimos la ambición de encontrar una respuesta efectiva frente al
cambio climático. Para que resulte efectiva, dicha respuesta requiere una
política que apoye la existencia de una sólida industria con los puestos de
trabajo que esta representa en Europa”. A su juicio, el proyecto de
marco político europeo en materia de energía y lucha contra el cambio climático
para 2030, en su redacción actual, pondría en grave peligro 335.000 puestos de
trabajo directos y 1,5 millones de puestos de trabajo indirectos en la
industria siderúrgica. Y añaden: “El régimen de comercio de derechos de emisión
de la UE, por sí solo, podría suponer para la industria siderúrgica de la UE un
coste aproximado entre 70.000 y 100.000 millones de euros durante el periodo
comprendido entre 2020 y 2030. Estos costes resultarían probablemente
superiores al EBITDA generado por la industria siderúrgica, eliminando así los
márgenes de beneficio y la capacidad para invertir”.
Y concluyen: "Que se concreten orientaciones claras que establezcan que el nuevo marco de actuación sobre clima y energía de la UE no imponga a las industrias europeas más eficientes costes directos o indirectos vinculados a emisiones de CO2 que mermen su competitividad a escala mundial".
La colisión parece frontal. O así al menos la presenta la
industria afectada. La transición energética debe ser equitativa, lo que
requiere que los trabajadores, las comunidades y el público en general tengan
voz real en la toma de decisiones. La anarquía de los mercados energéticos
liberalizados tendría que dejar paso a una planificación global más justa. Y no
parece que en estos momentos lo sea, cuando 19 de las 50 compañías más
poderosas del mundo participan en el sector de los combustibles fósiles. No
obstante, tratar de corregir este desequilibrio no pasa por abrazarse a ciegas
a las agendas de las empresas de energías renovables.
Parece que Miguel Arias Cañete mantiene esa “capacidad” para
atraer problemas de gran magnitud, motivados en ocasiones por sus excesos
verbales. Tras las elecciones europeas celebradas en mayo, marcadas por sus desafortunadas
declaraciones machistas, se convierte ahora en el nuevo Comisario de Energía y
Medio Ambiente. Aún no ha aterrizado en el cargo cuando vuelve a cobrar
protagonismo una cuestión tan delicada como esta del cambio climático y la manera
de afrontarlo y gestionarlo.